En el alto

Quiero compartirles este hermoso cuento corto; es de Cesar Navagómez.
Me encantó, que lo disfruten.

En el alto

La luz roja me obliga a detener el auto.
Por la avenida miro transitar a muchos vendedores ambulantes.
Centro mi atención en una pequeña de escasos 8 años, que canta y pide dinero a los conductores.
De pronto me sorprende la enorme habilidad de un payaso manco que hace malabarismos a una sola mano con 3 naranjas.
Cuando la chiquilla se desplaza entre los autos tomando el dinero que los conductores le dan, el payaso se esfuerza en estar siempre atrás y cerca de ella, como si la estuviera cuidando.
El claxon del auto de atrás me hace voltear y al volver la vista el payaso ya no está.
Llamo a la niña y al darle unas monedas le pregunto:
-¿Tan chiquita y ya trabajando?
-Sí, señor, es que en mi casa somos pobres.
-Tú deberías estar en casa o en la escuela y tu papá ganando el dinero ¿o no?
-Mi papá ya no está, lo mataron.
-¿Cómo que lo mataron?, ¿porqué?
-No sé, fue en este alto, él no tenía una mano, pero aquí trabajaba moviendo tres naranjas, vestido de payasito.



Me toca olvidar

Tenía cara de niña pero era ya una mujer. 
Tenía una cara de niña y quizás la edad también.
Y amaba como una niña y a veces como mujer. 
Y olvidaba como niña y también como mujer.

Rogelio Magallán





Hoy cumplo 24 años.
A lo largo de ellos he logrado vanas proezas.
A mis 24 años ostento un título universitario con mención honorífica (Lic. en Educación Primaria), soy presidente de una asociación civil, trabajo en una escuela para el desarrollo del pensamiento matemático y no sé qué demonios será de mí.
A mis 24 años, soy madrina de una linda niña; no tengo amigos, no tengo novio, mantengo relaciones sexuales promedio y no tan satisfactorias; las que sí son satisfactorias son mis relaciones con los libros.
A mis 24 años detesto el tequila, desarrollé un gusto sin antecedentes por los zapatos y las micheladas.
No tengo una casa, como especulaba en mis dulces 16, tampoco tengo un carro, tengo iphone de segunda mano y una computadora portátil: suficientes por ahora.
Me he dado cuenta que no soy tan diferente a cuando era niña, sé que puedo cometer los mismos estúpidos errores una y otra vez y nunca voy a aprender, sé que soy tan nimia que puedo perdonar lo imperdonable, y luego darme cuenta de lo idiota que fui. Me doy cuenta que puedo pensar que las cosas son diferentes, que pudieron haber cambiado, y estrellarme contra el concreto, sabiendo que nada va a cambiar y que todo sigue igual, aunque irreconocible.
Conozco tanta gente. Hay caras que quiero y debo olvidar, hay caras que quiero mantener en el recuerdo vivo por siempre.
Mi ocupación es estar ocupada.
Es difícil que establezca una sana relación con los demás, generalmente, tiendo a fijarme y exhacerbar los defectos en lugar de las virtudes.
Hablando de defectos, mi mayor defecto es confiar demasiado en las personas.
Mi mayor esperanza es mantener mi ciega fe.
Mi mayor anhelo es encontrarme.
Mi gusto es aprender.

Pienso que esta edad es mágica, jamás había estado tan defraudada de mí y tampoco de la situación política de mi país.
Creo que he perdido más de lo que he ganado.
A mis 24 años, estoy soltera y creo que asi lo estaré bastante tiempo. Quizá para siempre. Pero no me crean, seguramente esto lo vocifero porque no he tenido un verdadero romance en meses, mi condición es que en el primer mes de soltera, suelo atarme a alguien.
Y moriré con 10 gatos.

A mis 24 años tengo una ganas endemoniadas de estar abrazada a alguien y sentir su calor y protección.



Derrotamiento?

Estas lágrimas son de dolor e impotencia, de ver un país desangrándose y aun así le causan más heridas.
Aguante, México!