La muchacha quería salir de Hermosillo, Sonora, México; ya lo hizo, pero tiene muchos miedos.
Las cosas en casa no iban muy bien, mi anhelo consistía en que la hora de mi partida llegara lo más rápido posible. Llegó y me tomó desprevenida.
Lloré tanto al despedirme de mi hermana. Era increíble que ella y yo nos separaríamos, después de 21 años de estar juntas.
Ahora ella me hace mucha falta.
Mi plaza docente me fue asignada en una ciudad, dentro del mismo estado, se llama Nogales. Es un lugar muy pintoresco: está entre un montón de cerros; me recordó a Guanajuato.
El paisaje en general es lindo, a la entrada de la pequeña ciudad, los cerros están verdes.
Acá neva, aunque sea desierto. En parte, fue una de las razones por las que escogí este lugar, como nunca he visto nevar, esta será mi oportunidad. Además, ahorita en verano no hace tanto calor como en la capital.
Las desventajas de vivir en un clima tan frío es que me enfermaré más seguido.
Mi casa es un departamento dentro de un conjunto de departamentos en renta, vivimos tres personas: dos mujeres y un hombre, distribuidos en dos recámaras. Aún estamos en el proceso de adaptación, amueblando y detallando la vivienda. Me molesta que esté arriba de un cerro, la empinada es muy cabrona, una se agita demasiado cuando va subiendo.
Extraño la capital, extraño mi casa, extraño mi cuarto, la comida de mi mamá, a mi familia más que a nada.
Solo espero que el tiempo se vaya rápido y yo esté de nuevo en mi querida casa, a pesar de que la relación con la señora no vaya bien. También espero que este distanciamiento sea cosecha de cosas buenas, como madurar, aprender muchísimo de mí, así como a cocinar y administrar mi dinero.
Por lo pronto, debo plantearme permanecer fuerte, como siempre, aunque me esté desmoronando en añoranzas y nostalgias por dentro. Debo acostumbrarme, adaptarme, sobrevivir y seguir.
Me siento un poco triste.
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Ya es mi quinto día en Nogales.
No es muy grande, si recorres Nogales por todo el bulevard principal, harás como máximo 30 minutos. Ya conozco la mayoría de las rutas de camiones. La ciudad está llena de negocios de servicio de cambio de moneda (pesos por dólares y viceversa), puesto que es ciudad fronteriza.
Justo ayer que andaba en uno de los camiones, llegamos a una enrejada de barrotes grandes y gruesos, me pregunté qué escuela o instituto sería ahí, ni escuela, ni instituto, esa madre es la línea internacional; sí, del otro lado es Estados Unidos de América. Fue impresionante, de un lado estaba la podredumbre, la mediocridad, las calles sucias y descuidadas; y del otro lado, la grandeza y magnificencia de los EEUU: las calles muy limpias, árboles cortados y el césped cortado. Sí se nota la diferencia, abismal diferencia.
Creo que ya me acostumbré. Sabía que sería rápido, pero no me imaginé qué tan rápido sería, hasta siento que no extraño Hermosillo.
Trato de verle el lado amable y bueno a las cosas, en estos cinco días hemos buscado atajos para que el camino sea menos cabrón para llegar a casa. Justo hoy decidí buscar uno más y lo encontré: me siento muy feliz por eso.
En la escuela primaria Héroe de Nacozari, donde trabajo, las cosas marchan bien. El día martes (cuarto día de nogalense) se presentó un altercado con una maestra soberbia, de nuevo ingreso como yo, pero creo que actué bien y sobre todo justamente, ya que, quien la conoce, se pone de mi lado, diciéndome: "Qué bueno que no la dejaste hacer lo que ella quería, es que así está acostumbrada". También me siento bien por ello, aunque seguramente, ya me odia y me ha echado hasta de la madre.
Pero así soy yo: me busco enemigos por donde sea: siempre digo la verdad y trato de actuar con justicia.
El punto es que le pelée el quinto grado. Y me lo quedé.
Ayer martes, mis compañeros y yo compramos los boletos para Hermosillo, el fin de semana estaré por allá.
En la casa aun nos faltan ciertos electrodomésticos, como un horno de microondas y una lavadora con secadora. Es necesaria la secadora, aquí amanece la ropa congelada en invierno y difícilmente llega a secarse. También hacen falta algunos muebles, como un comedor y sillones, pero la cosa ahí va, poco a poco vamos adecuando la casita para vivir a gusto.
Me está gustando la vida aquí, es sencilla, la gente pues, no es tan amable, pero sí ayudan en lo que les pides.
Ya quiero conocer mi salón de clases, decorarlo, limpiarlo, hacerlo mío. Quiero conocer a mis alumnos, pero no a sus papás.
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Hoy, sábado, estoy en Hermosillo, en mi casa. ¡Dormí tan a gusto en mi cama! ¡No quiero regresar a Nogales!