Proveniente de un ciclo de sueños lúcidos, el más icónico es representado por esta famosa torre.
Yo estaba en París, por obra de quién sabe quién y quién sabe cómo. De vacaciones, supongo, o visitando a algunos amigos que radican en tierras parisinas.
Salimos de un apartamento a una hora de la tarde, decididos a buscar la Torre Eiffel; curiosamente, no contábamos con un mapa, y ellos no sabían dónde estaba. Tomamos un camión, tomamos otros, preguntábamos en las calles... mi francés pocho (nivel 2) fue de mucha ayuda.
De repente la vi, hermosa. Con una luna gigantesca tras ella.
Luego la perdí de vista, y apareció frente a mis ojos algo parecido al Taj Mahal.
¡Que vivan los sueños!
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De tantas veces que he pedido cambio de ciudad en mi profesión, el logro se proyectó en uno de mis sueños. Trabajo en la ciudad fronteriza de Nogales, pero cada fin de semana, salgo corriendo a Hermosillo.
Finalmente, me dieron mi cambio, milagrosamente. De un día para otro, yo ya debía presentarme en mi nuevo lugar de trabajo, sin siquiera darme la oportunidad de despedirme de mis queridos alumnos.
Me sentía mal, triste, como si los estuviese abandonando, decepcionando o defraudando.
Estaba en mi casa, la de mis papás, donde vivo en Hermosillo, cuando de repente, visualizo que ha arribado una sprinter blanca y se ha estacionado fuera de mi casa.
De ella, van bajando uno a uno mis chamacos, acompañados por tres mamás de familia...
-¡Maestra, la hemos extrañado mucho! ¡Tanto, que vinimos a despedirnos de Usted!
Maldigo la hora en que programé el despertador en mi celular.
Sí los quiero un montón.
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Acostumbro-aba a buscar el significado de los sueños en alguna página de internet.
Pero he aprendido que los sueños son sueños, y se quedan ahí. Quizá se proyecte un fuerte deseo que manifiestes, quizá es un miedo funesto que vive en tu mente. Quizá es solo la proyección del último pensamiento que tuviste justo antes de caer en el mundo onírico, en los brazos de Morfeo y no signifique nada importante ni tangente.
Yo estaba en París, por obra de quién sabe quién y quién sabe cómo. De vacaciones, supongo, o visitando a algunos amigos que radican en tierras parisinas.
Salimos de un apartamento a una hora de la tarde, decididos a buscar la Torre Eiffel; curiosamente, no contábamos con un mapa, y ellos no sabían dónde estaba. Tomamos un camión, tomamos otros, preguntábamos en las calles... mi francés pocho (nivel 2) fue de mucha ayuda.
De repente la vi, hermosa. Con una luna gigantesca tras ella.
Luego la perdí de vista, y apareció frente a mis ojos algo parecido al Taj Mahal.
¡Que vivan los sueños!
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De tantas veces que he pedido cambio de ciudad en mi profesión, el logro se proyectó en uno de mis sueños. Trabajo en la ciudad fronteriza de Nogales, pero cada fin de semana, salgo corriendo a Hermosillo.
Finalmente, me dieron mi cambio, milagrosamente. De un día para otro, yo ya debía presentarme en mi nuevo lugar de trabajo, sin siquiera darme la oportunidad de despedirme de mis queridos alumnos.
Me sentía mal, triste, como si los estuviese abandonando, decepcionando o defraudando.
Estaba en mi casa, la de mis papás, donde vivo en Hermosillo, cuando de repente, visualizo que ha arribado una sprinter blanca y se ha estacionado fuera de mi casa.
De ella, van bajando uno a uno mis chamacos, acompañados por tres mamás de familia...
-¡Maestra, la hemos extrañado mucho! ¡Tanto, que vinimos a despedirnos de Usted!
Maldigo la hora en que programé el despertador en mi celular.
Sí los quiero un montón.
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Acostumbro-aba a buscar el significado de los sueños en alguna página de internet.
Pero he aprendido que los sueños son sueños, y se quedan ahí. Quizá se proyecte un fuerte deseo que manifiestes, quizá es un miedo funesto que vive en tu mente. Quizá es solo la proyección del último pensamiento que tuviste justo antes de caer en el mundo onírico, en los brazos de Morfeo y no signifique nada importante ni tangente.