Todo el mundo pide a gritos ser libre, desde que nacemos hasta que llega el día de exhalar nuestro último aliento.
Deseamos ser libres del escarmiento escolar, tan solo esperamos la hora del recreo y la hora de salida para poder disfrutar; deseamos ser libres del yugo de nuestros padres, a una edad más adolescente, como si vivir de renta fuera tanta libertad; deseamos ser libres de quien nos molesta y nos pisotea; deseamos ser libres de las deudas que cada vez nos aprietan más fuerte; deseamos ser libres de la existencia de peso extra en nuestro cuerpo; de acné en nuestra cara; deseamos ser libres de nuestra pobreza...
Le pedimos a Dios que nos libre de todo mal, como si todo el mal fuera tan malo.
La realidad es que somos dependientes de todo... y de nada.
Cuando mueren los apegos... nace la libertad.
La clave es DESAPEGARTE, DESPRENDERTE de lo que no quieres ser esclavo. De ese sentimiento que carcome tu corazón y tus heridas, de esas personas que se dedican y empeñan a dañarte, de las ilusiones vanas, de las posesiones superfluas, de los amigos deshonestos y falsos, de todo lo desdeñable.