—Es estupendo que lo lean a uno sin complejos, intelectuales, que la gente aprenda a perderle el respeto a la literatura. En realidad, todavía quedan demasiados rastros de cuando la cultura era un patrimonio oculto de aristócratas y hechiceros. Se nota hasta en la atmósfera de panteón de las librerías, donde nadie habla en voz alta, ni pisa fuerte, y donde no se atreve a entrar nadie que no sea un iniciado. Otra sería la suerte de la humanidad si todo el mundo supiera que El Quijote o Gargantúa, por ejemplo, no son esos aparatos sagrados de que hablan los pontífices, sino que son dos libracos muy divertidos con los que todo el mundo puede morirse de risa sin necesidad de saber latín.
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Gabriel García Márquez en una entrevista con Plinio Apuleyo Mendoza en 1972.
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