Del camino del creador
¿Quieres, hermano mío, aislarte? ¿Quieres buscar el camino a ti mismo? Detente un poco y escúchame.
»El que busca, fácilmente se pierde a sí mismo. Todo aislarse es culpa«: así habla el rebaño. Y tú has formado parte del rebaño durante mucho tiempo.
La voz del rebaño continuará resonando dentro de ti. Y cuando digas »yo ya no tengo una conciencia en común con vosotros«, eso será un lamento y un dolor.
Mira, aquella conciencia única dio a luz también ese dolor: y el último resplandor de aquella conciencia continúa ardiendo sobre tu tribulación.
Pero ¿tú quieres recorrer el camino de tu tribulación, que es el camino a ti mismo? ¡Muéstrame entonces tu derecho y tu fuerza para ello!
¿Eres tú una nueva fuerza y un nuevo derecho? ¿Un primer movimiento? ¿Una rueda que se mueve por sí misma? ¿Puedes obligar incluso a las estrellas a que giren a tu alrededor?
¡Ay, existe tanta lascivia por las alturas! ¡Existen tantas convulsiones de los ambiciosos! ¡Muéstrame que tú no eres de los lascivos y ambiciosos!
Ay, existen tantos grandes pensamientos que no hacen más que lo que un fuelle: inflan y se hacen más vacíos.
¿Te llamas libre? Quiero oír tu pensamiento dominante, y no que has escapado de un yugo.
¿Eres tú alguien al que le sea lícito escapar de un yugo? Más de uno hay que arrojó su último valor cuando arrojó su servidumbre.
¿Libre de qué? ¡Qué importa eso a Zaratustra! Con claridad me deben anunciar tus ojos: ¿libre para qué?
¿Puedes darte a ti mismo tu bien y tu mal y suspender tu voluntad por encima de ti como una ley? ¿Puedes ser juez para ti mismo y vengador de tu ley?
Es horrible estar solo con el juez y vengador de la propia ley. Así es lanzada una estrella al espacio vacío y al soplo helado del estar solo.
Hoy sufres todavía a causa de los muchos, tú que eres uno solo: hoy tienes todavía todo tu valor y todas tus esperanzas.
Mas alguna vez la soledad te hará cansar, alguna vez tu orgullo se curvará y tu valor rechinará los dientes. Alguna vez gritarás »¡estoy solo!«
Alguna vez dejarás de ver tu altura y verás demasiado cerca tu bajeza; tu sublimidad misma te atemorizará como un fantasma. Alguna vez gritarás: »¡Todo es falso!«
Hay sentimientos que quieren matar al solitario; ¡si no lo consiguen, entonces tienen ellos mismos que morir! Mas ¿eres tú capaz de ser asesino?
¿Conoces ya, hermano mío, la palabra »desprecio«? ¿Y el tormento de tu justicia, de ser justo con quienes te desprecian?
Tú obligas a muchos a cambiar de doctrina acerca de ti; esto te lo hacen pagar caro. Te acercaste a ellos y pasaste de largo: esto jamás te lo perdonan.
Tú caminas por encima de ellos: pero cuanto más alto subes, tanto más pequeño te ven los ojos de la envidia. El más odiado de todos es, sin embargo, el que vuela.
»¡Cómo querríais ser justos conmigo!« – tienes que decir – »yo elijo para mí vuestra injusticia como la parte que me ha sido asignada.«
Injusticia y suciedad lanzan ellos al solitario: pero, hermano mío, si quieres ser una estrella, ¡no tienes que iluminarlos menos por eso!
¡Y guárdate de los buenos y justos! Con gusto crucifican a quienes se inventan su propia virtud – odian al solitario.
¡Guárdate también de la santa simplicidad! A ella le es insanto todo lo que no es simple; también le gusta jugar con el fuego – de la hoguera.
¡Y guárdate también de los asaltos de tu amor! Demasiado rápido extiende el solitario la mano a aquel con quien se encuentra.
A ciertos hombres no te es lícito darles la mano, sino sólo la pata: y yo quiero que tu pata también tenga garras.
Pero el peor enemigo con que puedes encontrarte serás siempre tú mismo; a ti mismo te acechas tú en las cavernas y en los bosques.
¡Solitario, tú recorres el camino a ti mismo! ¡Y al lado de ti mismo conduce tu camino, y de tus siete demonios!
¿Quieres, hermano mío, aislarte? ¿Quieres buscar el camino a ti mismo? Detente un poco y escúchame.
»El que busca, fácilmente se pierde a sí mismo. Todo aislarse es culpa«: así habla el rebaño. Y tú has formado parte del rebaño durante mucho tiempo.
La voz del rebaño continuará resonando dentro de ti. Y cuando digas »yo ya no tengo una conciencia en común con vosotros«, eso será un lamento y un dolor.
Mira, aquella conciencia única dio a luz también ese dolor: y el último resplandor de aquella conciencia continúa ardiendo sobre tu tribulación.
Pero ¿tú quieres recorrer el camino de tu tribulación, que es el camino a ti mismo? ¡Muéstrame entonces tu derecho y tu fuerza para ello!
¿Eres tú una nueva fuerza y un nuevo derecho? ¿Un primer movimiento? ¿Una rueda que se mueve por sí misma? ¿Puedes obligar incluso a las estrellas a que giren a tu alrededor?
¡Ay, existe tanta lascivia por las alturas! ¡Existen tantas convulsiones de los ambiciosos! ¡Muéstrame que tú no eres de los lascivos y ambiciosos!
Ay, existen tantos grandes pensamientos que no hacen más que lo que un fuelle: inflan y se hacen más vacíos.
¿Te llamas libre? Quiero oír tu pensamiento dominante, y no que has escapado de un yugo.
¿Eres tú alguien al que le sea lícito escapar de un yugo? Más de uno hay que arrojó su último valor cuando arrojó su servidumbre.
¿Libre de qué? ¡Qué importa eso a Zaratustra! Con claridad me deben anunciar tus ojos: ¿libre para qué?
¿Puedes darte a ti mismo tu bien y tu mal y suspender tu voluntad por encima de ti como una ley? ¿Puedes ser juez para ti mismo y vengador de tu ley?
Es horrible estar solo con el juez y vengador de la propia ley. Así es lanzada una estrella al espacio vacío y al soplo helado del estar solo.
Hoy sufres todavía a causa de los muchos, tú que eres uno solo: hoy tienes todavía todo tu valor y todas tus esperanzas.
Mas alguna vez la soledad te hará cansar, alguna vez tu orgullo se curvará y tu valor rechinará los dientes. Alguna vez gritarás »¡estoy solo!«
Alguna vez dejarás de ver tu altura y verás demasiado cerca tu bajeza; tu sublimidad misma te atemorizará como un fantasma. Alguna vez gritarás: »¡Todo es falso!«
Hay sentimientos que quieren matar al solitario; ¡si no lo consiguen, entonces tienen ellos mismos que morir! Mas ¿eres tú capaz de ser asesino?
¿Conoces ya, hermano mío, la palabra »desprecio«? ¿Y el tormento de tu justicia, de ser justo con quienes te desprecian?
Tú obligas a muchos a cambiar de doctrina acerca de ti; esto te lo hacen pagar caro. Te acercaste a ellos y pasaste de largo: esto jamás te lo perdonan.
Tú caminas por encima de ellos: pero cuanto más alto subes, tanto más pequeño te ven los ojos de la envidia. El más odiado de todos es, sin embargo, el que vuela.
»¡Cómo querríais ser justos conmigo!« – tienes que decir – »yo elijo para mí vuestra injusticia como la parte que me ha sido asignada.«
Injusticia y suciedad lanzan ellos al solitario: pero, hermano mío, si quieres ser una estrella, ¡no tienes que iluminarlos menos por eso!
¡Y guárdate de los buenos y justos! Con gusto crucifican a quienes se inventan su propia virtud – odian al solitario.
¡Guárdate también de la santa simplicidad! A ella le es insanto todo lo que no es simple; también le gusta jugar con el fuego – de la hoguera.
¡Y guárdate también de los asaltos de tu amor! Demasiado rápido extiende el solitario la mano a aquel con quien se encuentra.
A ciertos hombres no te es lícito darles la mano, sino sólo la pata: y yo quiero que tu pata también tenga garras.
Pero el peor enemigo con que puedes encontrarte serás siempre tú mismo; a ti mismo te acechas tú en las cavernas y en los bosques.
¡Solitario, tú recorres el camino a ti mismo! ¡Y al lado de ti mismo conduce tu camino, y de tus siete demonios!
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