En un intento por salvaguardar mi respeto y amor propio, me estoy deshaciendo de las cosas y personas que son dañinas para mí.
Llegan momentos en los que me taladro la mente, uso una lija cerebral y pienso: ¿Cómo pude permitir que una persona egoísta, a la que le entregué toda mi confianza y cariño, me hiciera tanto daño?
No fue muy tarde para comprenderlo, nunca es demasiado tarde, pero pude evitar, gracias a mi generosa inteligencia, que el daño fuera irreparable.
Me he dado cuenta que no he perdonado muchos agravios y errores del pasado, y debo trabajar en ello.
También pude darme cuenta que YO soy YO, no dependo de nada ni nadie, soy feliz conmigo misma, ME TENGO A MÍ MISMA y eso es más que suficiente para saber qué es lo que merezco y la basura que otras personas quieren desechar en mí que debo rechazar.
No lamento haber creído en ti. Lamento haber perdido tiempo y energía en lograr enardecidamente que esto funcionara, que el amor fuera más grande y poderoso que tu vil egoísmo.
Retomo el poema de Pancho Lorenz, que alguna vez publiqué por allá del 2009, hace algunas heridas y antos lastimeros.
Ahora recuerdo: Fui yo quien empezó a notarle
a tu razón esclavista someter a tus sentimientos,
poniendo agua falsa a vidriar tu mirada,
y regañando a cuanto espejo rechazara ese intento.
Seamos honestos, aturdidos jamás nos escuchamos,
me pedías retractarme sin haber dicho nada,
era tan aburrido el amor que había que memorizarlo,
y no es que no hubiera querido oler tu cuerpo,
en ese momento me tenías del todo constipado.
Ahora lo sé: Aunque amanecíamos encimados
nunca fui de tu incumbencia.
Ahora estoy tan lejos, tan lejos,
que al inclinar mi silencio, beso tu estallido,
Ese explosivo en el que sigo creyendo
Aquel que reza: solo a dos manos
el amor es insostenible.
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