Acabo de atravesar una de las crisis más impactantes de mi vida. Me descubrí sola, más sola que nunca. Probablemente me hacía falta escribir mis pensamientos como terapia, trataré de venir más seguido por acá.
A casi dos años de decidir terminar una relación, mis sentimientos aun no encuentran el camino de regreso.
Por si fuera poco, parte de la gente en quien más confiaba, demuestra que no deja de pertenecer a ese engreído grupo de seres que luchan por su supervivencia.
Tomar en cuenta las necesidades del otro es ciertamente, un aspecto muy difícil de las relaciones humanas, el más difícil, me atrevo a decir. Las relaciones humanas duran por eso, saber qué quiere el otro componente de la ecuación, entender por qué reacciona de tal o cual manera. El sexo no es lo más importante, es importante, pero no es lo más importante. Lo que pondera es la capacidad de comunicar, ¿Qué comunicar? Lo que queremos, cuando lo queremos, por qué lo queremos. Este aspecto se torna muy complicado en mi persona, no pretendo causar la sensación de que soy muy exigente, porque aunque lo sea, yo siempre pensaré que no lo soy, solo me gusta tener lo que merezco. ¿Ya he hablado de mi sentido muy marcado de la justicia?
Me encuentro en un punto donde no sé qué elegir, el no saber decidir me frustra más de lo esperado. Me causa comezón en no sé qué parte del cuerpo, y me insta a actuar de una forma que jamás me he planteado. ¿A qué estoy esperando? ¿A que alguien más decida por mí? ¿Es posible que me haya cansado de decidir? ¿O quizás sea que estoy cansada de tomar malas decisiones y reprimir las consecuencias?
Nuevamente, quiero negarme con todas mis fuerzas a sentir que quiero a alguien; no debo, no debo. ¿Para qué? ¿Para que el idilio acabe pronto debido a mi inestabilidad emocional? Siempre lo echo todo a perder, y acabo cada vez un poco más rota que antes. Es imposible no cumplir con esta condena, como un loop temporal, estoy condenada a repetir los mismos errores con personas diferentes.
Lo único que me mantiene con vida es el deseo imperante de salir a recorrer el mundo.
A casi dos años de decidir terminar una relación, mis sentimientos aun no encuentran el camino de regreso.
Por si fuera poco, parte de la gente en quien más confiaba, demuestra que no deja de pertenecer a ese engreído grupo de seres que luchan por su supervivencia.
Tomar en cuenta las necesidades del otro es ciertamente, un aspecto muy difícil de las relaciones humanas, el más difícil, me atrevo a decir. Las relaciones humanas duran por eso, saber qué quiere el otro componente de la ecuación, entender por qué reacciona de tal o cual manera. El sexo no es lo más importante, es importante, pero no es lo más importante. Lo que pondera es la capacidad de comunicar, ¿Qué comunicar? Lo que queremos, cuando lo queremos, por qué lo queremos. Este aspecto se torna muy complicado en mi persona, no pretendo causar la sensación de que soy muy exigente, porque aunque lo sea, yo siempre pensaré que no lo soy, solo me gusta tener lo que merezco. ¿Ya he hablado de mi sentido muy marcado de la justicia?
Me encuentro en un punto donde no sé qué elegir, el no saber decidir me frustra más de lo esperado. Me causa comezón en no sé qué parte del cuerpo, y me insta a actuar de una forma que jamás me he planteado. ¿A qué estoy esperando? ¿A que alguien más decida por mí? ¿Es posible que me haya cansado de decidir? ¿O quizás sea que estoy cansada de tomar malas decisiones y reprimir las consecuencias?
Nuevamente, quiero negarme con todas mis fuerzas a sentir que quiero a alguien; no debo, no debo. ¿Para qué? ¿Para que el idilio acabe pronto debido a mi inestabilidad emocional? Siempre lo echo todo a perder, y acabo cada vez un poco más rota que antes. Es imposible no cumplir con esta condena, como un loop temporal, estoy condenada a repetir los mismos errores con personas diferentes.
Lo único que me mantiene con vida es el deseo imperante de salir a recorrer el mundo.
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