He llegado a la conclusión que para vivir feliz debe uno, forzosamente, ¡ser pendejo! Si yo fuera pendeja… o sea, realmente pendeja, porque todos tenemos algo de pendejo y eso me lo he demostrado a mí misma en el pasado, no me daría cuenta de cuándo alguien sólo me busca para utilizarme y aplastarme cual hormiga, simplemente creería que esa persona está ahí porque me ama, y sería yo feliz… siendo pendeja me equivocaría siempre con la gente… eso me gustaría… equivocarme siempre.
¡Pero no! No me equivoco nunca cuando se trata de primeras impresiones y posteriores conclusiones sobre las personas. Siempre, mi primera impresión es la real, lo he comprobado una y otra vez, y nunca me equivoco, desafortunadamente.
Es como vivir un estilo de déjà vu emocional constantemente. No es un sentimiento de haber vivido la experiencia, no, es el corroborar mis emociones al terminar diciendo… ‘ya sabía yo!’…
Si yo fuera pendeja, realmente pendeja, navegaría por la vida con mi banderita de pendeja creyendo que todos los seres humanos son buenos… ¡qué diera yo por ser pendeja! Nadie quiere nunca hacerle daño a un pendejo, es pendejo, por ende, ¡ni la pena vale! Un pendejo no cree tener opiniones propias. ¡Un pendejo no tiene vida! Y un pendejo siempre está sonriendo ¡a pesar de ser pendejo!
Los pendejos creen que todo sucede por alguna razón distante a sus decisiones… yo quiero ser lo suficientemente pendeja como para ignorar que todo sucede porque así lo decidí yo… ¡Yo quiero ser pendeja!
Si tan sólo alguien me comprobara que mi cinismo ante los seres humanos es erróneo… pero claro, sólo un pendejo podría creerlo, y yo, pues, ¡yo quiero ser PENDEJA!
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