Algunos años atrás todos los animales se fueron.
Nos despertamos una mañana y ellos ya no estaban ahí. Ni siquiera nos dejaron una nota ni dijeron adiós. Nunca nos figuramos realmente adonde se habían ido.
Los extrañamos.
Algunos de nosotros pensamos que el mundo se había terminado, pero no fue así. Tan solo no había ningún animal más. Ni gatos o conejos, ni perros o ballenas, ni peces en los mares, ni pájaros en los cielos.
Nosotros estábamos todos solos.
Nosotros nos sabíamos qué hacer.
Nosotros divagamos perdidos por ahí, por un tiempo y entonces alguien señaló que solo porque nosotros ya no teníamos animales, esa no era razón para cambiar nuestras vidas. No era razón para cambiar nuestras dietas o seguir experimentando productos que nos pudieran hacer daño.
Después de todo, todavía había bebés.
Los bebés no pueden hablar. Ellos difícilmente se mueven. Un bebé no es una criatura racional, pensante.
Nosotros hicimos bebés.
Y los usamos.
Algunos de ellos nos los comimos. La carne de bebé es tierna y suculenta.
Les arrancamos su piel y nos decoramos a nosotros mismos con ella. El cuero de bebé es suave y confortable.
Experimentamos en algunos de ellos.
Les abrimos los ojos con cinta adhesiva, goteamos detergentes y champús en ellos, una gota a la vez.
Los herimos y los hervimos. Los quemamos. Los atamos y plantamos electrodos en sus cerebros. Los incrustamos y los congelamos y los irradiamos.
Los bebés respiraron nuestro humo y en sus venas se fluyeron nuestras medicinas y drogas, hasta que dejaron de respirar o hasta que su sangre dejó de fluir.
Era duro, desde luego, pero era necesario.
Nadie podía negar eso.
Con los animales ausentes, ¿qué más podíamos hacer?
Algunas personas se quejaron, por supuesto. Pero, ellas siempre se quejan.
Y todo volvió a la normalidad.
Solo que…
Ayer, ya no había más bebés.
No sabemos adónde se fueron. Ni siquiera los vimos irse.
No sabemos qué vamos a hacer sin ellos.
Pero nosotros pensaremos en algo. Los humanos son inteligentes. Eso es lo que nos hace superiores a los animales y a los bebés.
Nosotros pensaremos en algo.
De: Neil Gaiman.
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