Desfile de sombras

Sobreviví a la película Cincuenta Sombras de Grey.
Verdaderamente mi entendimiento no alcanza a comprender por qué razones es que les gusta eso a las mujeres (y no me refiero enteramente al sadismo), sino a la necesidad latente de humillarse y doblegarse por la aceptación y cariño de un hombre dañado y que quiere dañar.

No es de extrañarse que conozco las razones y pormenores que causaron el vacío y shock en mi mente.

Declaro esta película como peligrosa.





Mañana será 14 de febrero... and I don't give a single fuck.

Un día, me dijeron algo referente a los ataques al corazón (o paros cardíacos o infartos, no sé): cuando el corazón sufre un infarto, éste mismo sufre fisuras físicas, como grietas o riachuelos que se abrieron paso a través de la corteza del músculo bombeador de sangre.



Este es mi tiempo, me repito cada vez que me levanto, como un mantra. 
Mi sagrado tiempo, el que dedico enteramente a curarme y repararme el corazón agrietado, porque si yo no lo hago, ¿quién lo hará? 
No, no he tenido la mala suerte de sufrir infartos o paros cardíacos, pero sí muchas malas suertes más, infortunios y designios malévolos con los que he aprendido invaluables destrezas y habilidades; 
"We’re stronger in the places that we’ve been broken." Dice Ernest Hemingway (Somos más fuertes en los lugares donde estamos rotos); y yo digo que, toda experiencia es buena, es mala si no aprendes de ella. 

Un ritual

Constituye una gran pérdida de tiempo y de esfuerzo mantener relaciones sexuales infelices y hasta cierto punto insatisfactorias con seres sedientos de placer carnal egoísta...
Besar, lamer un poco aquí y allá no es suficiente. "Lo más importante del sexo es el RITUAL, saber que hay dos buscándose más allá del inmediato placer" Efraim Medina.


 

Miedo a la realidad

Vos creés que hay una realidad postulable porque vos y yo estamos hablando en este cuarto y en esta noche, y porque vos y yo sabemos que dentro de una hora o algo así va a suceder aquí una cosa determinada. Todo eso te da una gran seguridad ontológica, me parece; te sentí bien seguro en vos mismo, bien plantado en vos mismo y en esto que te rodea. Pero si al mismo tiempo pudieras asistir a esa realidad desde mí, o desde Babs, si te fuera dada una ubicuidad, entendés, y pudieras estar ahora mismo en esta misma pieza desde donde estoy yo y con todo lo que soy y lo que he sido yo, y con todo lo que es y lo que ha sido Babs, comprenderías tal vez que tu egocentrismo barato no te da ninguna realidad válida. Te da solamente una creencia fundada en el terror, una necesidad de afirmar lo que te rodea para no caerte dentro del embudo y salir por el otro lado vaya a saber adónde. 

Julio Cortázar, en Rayuela. Cap. 28 (fragmento).



Stop!


Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado...

¿Por qué stop? Por miedo de empezar las fabricaciones, son tan fáciles. Sacás una idea de ahí, un sentimiento del otro estante, los atás con ayuda de palabras, perras negras, y resulta que te quiero. Total parcial: te quiero. Total general: te amo. Así viven muchos amigos míos, sin hablar de un tío y dos primos, convencidos del amor-que-sienten-por-sus-esposas. De la palabra a los actos, che; en general sin verba no hay res. Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al verse. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto.


Fragmento del capítulo 93 de Rayuela, de Julio Cortázar. ♥


Is this the place that I've been dreaming of?

Ahora que tengo esta molesta sensación de que hay algo en mi rabillo del ojo izquierdo, recuerdo especialmente un capítulo de Doctor Who (mi serie de ciencia ficción favorita). La historia principal del capítulo es el uso a diestra y siniestra de un filtro de percepción empleado por una terrible criatura extraterrestre (Prisoner Zero). Se oculta en tu casa, en tu habitación, en el baño, en la escalera... solo lo puedes ver momentáneamente (pero entonces, tu cerebro se autoengaña y lo asimila como sombras o movimiento del aire), a través del rabillo del ojo "from the corner of your eye"; se esconde donde tú jamás quieres voltear a ver.

Casi por instinto, ¿no es muy parecido a la calidad humana, ésa, la de evitar ver o actuar en donde más nos hace falta, donde más estamos heridos, donde más estamos dañados? ¿Por qué, en nuestra humana capacidad, no decidimos que eso que nos lastima deje de hacerlo? En cambio, estamos fatal y erróneamente convencidos que lo mejor es ignorarlo, detestarlo y hacerlo a un lado, justo como al Prisionero Cero.
¿Seguiré enfrentando mis miedos tan solo con el rabillo del ojo izquierdo o decidiré voltear a verlos de frente, atacarlos con ambos rasgados y pequeños ojos?


En mis ratos libres soy una caja de cartón que encierra regalos.



Me pareces como de otro mundo

Morelliana.
¿Por qué escribo esto? No tengo ideas claras, ni siquiera tengo ideas. Hay jirones, impulsos, bloques, y todo busca una forma, entonces entra en juego el ritmo y yo escribo dentro de ese ritmo, escribo por él, movido por él y no por eso que llaman el pensamiento y que hace la prosa, literaria u otra. Hay primero una situación confusa, que sólo puede definirse en la palabra; de esa penumbra parto, y si lo que quiero decir (si lo que quiere decirse) tiene suficiente fuerza, inmediatamente se inicia el swing, un balanceo rítmico que me saca a la superficie, lo ilumina todo, conjuga esa materia confusa y el que la padece en una tercera instancia clara y como fatal: la frase, el párrafo, la página, el capítulo, el libro. Ese balanceo, ese swing en el que se va informando la materia confusa, es para mí la única certidumbre de su necesidad, porque apenas cesa comprendo que no tengo ya nada que decir. Y también es la única recompensa de mi trabajo: sentir que lo que he escrito es como un lomo de gato bajo la caricia, con chispas y un arquearse cadencioso. Así por la escritura bajo al volcán, me acerco a las Madres, me conecto con el Centro -sea lo que sea. Escribir es dibujar mi mandala y a la vez recorrerlo, inventar una purificación purificándose; tarea de pobre shamán blanco con calzoncillos de nylon.


No sé nada de la vida, mucho menos de las personas. 

La razón solo nos sirve para disecar la realidad en calma, o analizar sus futuras tormentas, nunca para resolver una crisis instántanea. (Cortázar, Rayuela, cap. 28)




Me apasiona el hoy pero siempre desde el ayer (¿me apasiona, dije?), y es así como a mi edad el pasado se vuelve presente y el presente es un extraño y confuso futuro donde chicos con tricotas y muchachas de pelo suelto beben sus cafés creme y se acarician con una lenta gracia de gatos o de plantas.

Julio Cortázar, Rayuela. Capítulo 21.

Busco un marinero



Descubro nuevos mundos simultáneos y ajenos, cada vez sospecho más que estar de acuerdo es la peor de las ilusiones. (Julio Cortázar - Rayuela)

Desde otra parte

Se estaban como alcanzando desde otra parte, con otra parte de sí mismos, y no era de ellos que se trataba, como si estuvieran pagando o cobrando algo por otros, como si fueran los gólems de un encuentro imposible entre sus dueños.


Lo que empezaba ahí era como la caricia a la paloma, como la idea de levantarse para hacerle una limonada a un guardián, como doblar una pierna y empujar un tejo de la primera a la segunda casilla, de la segunda a la tercera.

Rayela - Julio Cortázar, capítulo 54.

Instante


Diciéndose que al fin y al cabo algún encuentro había, aunque no pudiera durar más que ese instante terriblemente dulce en el que lo mejor sin lugar a dudas hubiera sido inclinarse apenas hacia afuera y dejarse ir, paf se acabó.

-Rayuela, Julio Cortázar.

Miedo a sentir

Tengo tanto miedo de volver a sentir. 
No soy tan fuerte como lo esperaba, no estoy ni la mitad de entera como pienso que estoy. 
Son tantos pedacitos los que conforman mi espíritu. 
La coraza que me protege es muy gruesa, porque lleva años creciendo y haciéndose más fuerte. 

Dios, tengo tanto miedo...