A estas horas, aquí
Habría que bailar ese danzón que tocan en el cabaret de abajo,
dejar mi cuarto encerrado y bajar a bailar entre borrachos. Uno es un tonto en una cama acostado, sin mujer, aburrido, pensando, sólo pensando. No tengo "hambre de amor", pero no quiero pasar todas las noches embrocado mirándome los brazos, o, apagada la luz, trazando líneas con la luz del cigarro. Leer, o recordar, o sentirme tufos de literato, o esperar algo. Habría que bajar a una calle desierta y con las manos en la bolsas, despacio, caminar con mis pies e irles diciendo: uno, dos, tres, cuatro... Este cielo de México es oscuro, lleno de gatos, con estrellas miedosas y con el aire apretado. (Anoche, sin embargo, había llovido y era fresco, amoroso, delgado.) Hoy habría que pasármela llorando en una acera húmeda, al pie de un árbol, o esperar un tranvía escandaloso para gritar con fuerzas, bien alto. Si yo tuviera un perro podría acariciarlo. Si yo tuviera un hijo le enseñaría mi retrato o le diría un cuento que no dijera nada, pero que fuera largo. Yo ya no quiero, no, yo ya no quiero seguir todas las noches vigilando cuándo voy a dormirme, cuándo. Yo lo que quiero es que pase algo, que me muera de veras o que de veras esté fastidiado, o cuando menos que se caiga el techo de mi casa un rato. La jaula que me cuente sus amores con el canario. La pobre luna, a la que todavía le cantan los gitanos, y la dulce luna de mi armario, que me digan algo, que me hablen en metáforas, como dicen que hablan, este vino es amargo, bajo la lengua tengo un escarabajo. ¡Qué bueno que se quedara mi cuarto toda la noche solo, hecho un tonto, mirando!
Jaime Sabines
Pero, ¿qué? No tengo ninguna prisa. Soy de las mujeres que se embrutecen cuando están en una relación; celebro que mi cerebro está dopado de no sé cuántas enzimas que me atontan; sí, me hago más vulnerable, porque pongo todo mi esqueleto sobre la mesa, doy todo lo que soy, ofrezco toda mi alma y confianza, mi esencia y mi fe.
Tonta. Sería mejor estar muerta.
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