Soy impaciente, más en cuestiones de tiempo, por eso, no soy quién para esperar.
Me voy. O te dejo ir. Ya ni sé.
No me haré daño, no te haré daño, no le haré daño.
-¿Dulce?, estoy orgullosa de ti.
-¿Oh, sí?
-Claro, ahora sólo debes dar el siguiente paso. Sabes cuál es.
-Sí, lo sé, pero no tengo la capacidad... más bien, no tengo las ganas de hacerlo. No quiero.
-Tienes que, de otro modo, seguirás esperando. Te estás contradiciendo.
-¿¡Y a ti qué coños te importa!?, después de todo, ¡no dejas de ser sólo mi estúpido subconsciente!
No te haré daño. Y no es una apuesta.
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