Niñas

Las niñas vienen en cinco colores: negro, blanco, rojo, amarillo y café, pero usted siempre tiene su color preferido al hacer el pedido, para ellas no existe la ley del precio pues hay millones de niñas pequeñas, pero cada una es tan valiosa como una finísima joya.

Cuando las crea el Cielo, se utiliza parte de la materia prima de muchas de las criaturas de la naturaleza: del ruiseñor los cantos, de las mulitas la terquedad, del mono las monerías, los brincos del chapulín, la curiosidad del gato y la mente incomprensible y misteriosa de la mujer.

Ella puede ser la más cariñosa del mundo y también la más necia. Se le encuentra: brincando, cantando y haciendo toda clase de ruidos que le enojarán; cuando le llame la atención se quedará quietecita, humilde y con ese brillo celestial en su mirada. Ella es la inocencia jugando en la tierra, la belleza echando maromas y también la más dulce expresión del amor cuando arrulla y duerme a sus muñecas.

Una niña nace con un brillo angelical del que siempre queda suficiente luz para robarnos el corazón, aunque se siente en el lodo, llore a todo volumen, haga una rabieta o camine por la banqueta presumiendo con la ropa y los zapatos de mamá.

Le encantan los zapatos nuevos, las muñecas, los helados, los vestiditos domingueros, los moños para adornarse el cabello, el kinder, los pajaritos, la niña de la vecina, jugar a la casita, a la tiendita, el baile, los libros, los libros para iluminar, el polvo y el perfume.

No le gustan los perros grandes, ni los niños, ni que le peinen el cabello.
Es la más ruidosa cuando usted piensa en sus problemas, la más bonita cuando le ha hecho desesperar, la más ocupada a la hora de dormir, la más seria e irresponsable cuando quiere lucirla a las visitas y la más coqueta cuando ha resuelto que no volverá a salirse con la suya; nadie le da mayor disgusto o alegría, o el más legítimo orgullo que esta mezcla de Caperucita Roja y Ratón Miguelito.

Puede desarreglarle sus papeles de trabajo, el cabello y la cartera, hacerlo perder tiempo y dinero y precisamente en ese instante aparece su aureola angelical quitando por encanto el disgusto.

A veces le desesperarán sus gritos y alborotos; pero cuando usted siente fallar al mundo en contra suyo, sus anhelos y esperanzas más distantes... Ella, sola, le convierte a usted en un rey cuando se sienta en sus rodillas, lo abraza tiernamente y le dice muy quedito:
¡PAPI TE QUIERO MUCHO!




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