Intentar arreglarlo de cualquier modo. Tirarte el vaso de leche encima. Asumir que no tienes término medio. Hacer miles de promesas y prometer cumplirlas todas. Llegar tarde a citas importantes y perder el tiempo retozando en la cama. Volver a encontrarlo (el tiempo), y empeñarte en gastarlo de nuevo de la peor manera posible. Fingir el dolor y disimular el amor. Etcétera.
Decir verdades a medias y mentiras piadosas. Insistir, aunque sea por pura cabezonería. Cocinar para dos aunque vayas a cenar sola. Salir en busca de un amor de verano y acabar suplicándole al farmacéutico un par de diazepanes sin receta. Jugar a pisar únicamente las rayas del enlosado, y comprobar que los niños del parque te miran raro, como si fueras de otro planeta.
Solucionar todo lo anterior confesándole, a media voz, que te gusta verle.
Es difícil reconocer en una foto la realidad. Ayer mismo salió en el periódico mi calle y no la reconocí hasta pasado un buen rato. Dicen que es por la perspectiva, la luz, etcétera, pero yo creo que hay algo más. Pensé: es una calle diferente, ficticia. Lo mismo pienso cuando me veo en una fotografía. Se parece a mí si lo observas atentamente, pero no soy yo, es otro. Alguien con una vida distinta que me espía detenido en el tiempo, quién sabe con qué intenciones.
[Desde]
0 chicles pegados debajo de la mesa:
Publicar un comentario