Me siento como niña secundariana...
Estoy retomando el amor por los sábados.
Ese temblor de piernas y ese sudar de manos.
Tal vez las ansias y la adrenalina. Tal vez.




Con el tiempo ¿Ya ves?, aprendí a respetar las distancias,
dejé existir el silencio y obediente a los mandatos de mi esencia me dejo fluir.
Ya no te busco desesperada debajo de las piedras,
ni grito tu nombre en cada rincón para que el eco te atraviese.
Con el tiempo entendí que así como se esconde el sol,
necesitas tu propio atardecer y renacer un día cualquiera.
Sigo siendo admiradora de tu risa, amiga de tus momentos mas confusos,
sigo invadida de ternura, prendida en la brisa de tu música que cura.
Con el tiempo ¿Ya ves?, ahorro despedidas, me abrazo a los sueños
y dejo los recuerdos llenos de quizás, en el costado izquierdo de mi alma.


Disfruto el presente, incluso hoy cuando apareces sin previo aviso,
y te invito una vez más a acompañarme y me ofrezco acompañarte si es preciso.







[Lo terrible del mar es morir de sed]

Lo bueno, si breve, dos veces bueno.



Claro, es de casi todo, como lo indica su título.
Si adivinan en lo que estoy pensando, tendrán un premio.




[El título del post es una frase de Baltasar Gracián]




[Lo vi en Tecnoculto]

Condenada a errar

Pude desaparecer
pude decir que no
pero el fin de la pasión
es que lo oculto se vea
vine a avisarte

Chica con ojos de ayer
sé que vibras también
la extraña sensación
de no pertenecer a este mundo
como en un trance

Ya tantas veces morí
nunca me pude ir
el arte de vivir
por encima del abismo
estoy condenado a errar
(de amor en amor…)

poseídos por el más allá
poseídos por el más allá



Gustavo Cerati - Medium





Doomsday theme

De la serie Doctor Who. Bravo al compositor Murray Gold.



Alerta de spoilers (hasta el final de la segunda temporada)


Cómo lloré con el final de la temporada 2 xD


En vacaciones de semana santa volveré a ver las 4 temporadas.

...'n nightmares

No sé si sea una buena señal: la primer gripa de la década ha llegado, y llegó con todo.
Sumando el hecho de que ayer fue el peor catorce de febrero que he pasado. El peor.



Doctor Who se ha convertido en mi serie televisiva favorita. Es lo bueno de este 2010.
"Qué dura es la vida de un adulto", menciona Diana en su blog.
Y en efecto, dificilísima. Aun recuerdo cuando me desesperaba porque ya llegara el año nuevo, o bien, el próximo año; que me quejaba por ya terminar la preparatoria; que me estresaba porque veía pasar el tiempo tan lento, que ahora no me es suficiente la duración de un pesteñeo para contemplar siquiera un año.

Extraño los tiempos donde jugar a "las barbies" (acomodar su casita, improvisar diálogos) era mi única preocupación, cuando no me preguntaba por el futuro... buscar un trabajo, ganar dinero para comer, donde no me preguntaba el cómo sobrevivir.

Qué dura es la vida un adulto, más cuando lo que deseas es inalcazable, tan remoto.


-No, niña idiota, tú no eres adulta, no aún. Bueno, quizá nunca.
-Por eso te adoro, subconsciente.


¿Casualidad, coincidencia, o ciclos?



¿Cómo le haces para continuar,
para aguantar,
cómo le haces para luchar...
...cuando ya no queda nada?
¿Adónde vas a buscar una razón, un algo?

Mi vida con la ola



De Octavio Paz


Pero jamás llegue al centro de su ser. Nunca toque el nudo del ay y de la muerte. Quiza en las olas no existe ese sitio secreto que hace vulnerable y mortal a la mujer, ese pequeño boton electrico donde todo se enlaza, se crispa y se yergue, para luego desfallecer . Su sensibilidad, como las mujeres, se propagaba en ondas, solo que no eran ondas concétricas, sino excéntricas, que se extendian cada vez mas lejos, hasta tocar otros astros. Amarla era prolongarse en contactos remotos, vibrar con estrellas lejanas que no sospechamos. Pero su centro... no, no tenia centro, sino un vacio parecido al de los torbellinos, que me chupaba y me asfixiaba.




Adaptación de Elena Poniatowska







Cuando dejé aquel mar, una ola se adelantó entre todas.





Era esbelta y ligera. A pesar de los gritos de las otras, que la detenían por el vestido flotante, se colgó de mi brazo y se fue conmigo, saltando.





Cuando llegamos al pueblo le expliqué que no podía ser, que la vida en la ciudad no era lo que ella pensaba en su ingenuidad de ola que nunca ha salido del mar. Ella lloró, gritó, acarició, amenazó.







Al día siguiente empezaron mis penas. ¿Cómo subir al tren sin que nos vieran el conductor, los pasajeros, la policía? Tras de mucho cavilar, me presenté en la estación una hora antes de la salida, ocupé mi asiento y, cuando nadie me veía, vacié el depósito de agua para los pasajeros y allí vertí cuidadosamente a mi amiga.
Una señora tomó un vasito de papel, se acercó al depósito y abrió la llave. Apenas estaba a medio llenar el vaso cuando la empujé para que lo tirara, La señora me miró con asombro. Mientras yo pedía disculpas, un niño abrió la llave del depósito. La cerré con violencia. La señora se llevó el vaso a los labios:
—Ay, el agua está salada.

El niño le hizo eco. Varios pasajeros se levantaron. El marido llamó al conductor:
—Este individuo echó sal al agua.



El conductor llamó al Inspector:
—¿Con que usted echó sustancias en el agua?
El Inspector llamó al policía de turno:
—¿Con que usted echó veneno al agua?
El policía de turno llamó al capitán:
—¿Con que usted es el envenenador?



El capitán llamó a tres agentes. Los agentes me llevaron a un vagón solitario, entre las miradas y los cuchicheos de los pasajeros. En la primera estación me bajaron y arrastraron a la cárcel. Durante días nadie me habló, excepto durante los largos interrogatorios. Cuando contaba mi caso nadie me creía, ni siquiera el carcelero, que movía la cabeza, diciendo: "El asunto es grave, verdaderamente grave".





Me consignaron al juez penal. Al fin me juzgaron. Como no hubo víctimas, mi condena fue ligera. Llegó el día de la libertad y esa misma tarde tomé el tren, luego un taxi y llegué a mi casa.







En la puerta de mi departamento oí risas y cantos. Sentí un dolor en el pecho como el golpe de la ola de la sorpresa cuando la sorpresa nos golpea en pleno pecho.
La ola estaba allí, cantando y riendo como siempre:



—Ola, ¿cómo regresaste?
—Muy fácil, en el tren.
Alguien, después de cerciorarse de que sólo era agua salada, me arrojó en la locomotora.



Fue un viaje agitado: de pronto era un penacho blanco de vapor, de pronto caía en lluvia fina sobre la máquina. Adelgacé mucho. Perdí muchas gotas.

Su presencia cambió mi vida. La casa de pasillos oscuros y muebles empolvados se llenó de aire, de sol, de rumores y reflejos verdes y azules, pueblo numeroso y feliz de reverberaciones y ecos.





Todo se puso a sonreír y por todas partes brillaban dientes blancos. El sol entraba con gusto en las viejas habitaciones y se quedaba en casa por horas, cuando ya hacía tiempo que había abandonado las otras casas, el barrio, la ciudad, el país.
Y varias noches, ya tarde, las escandalizadas estrellas lo vieron salir de mi casa a escondidas.
Cuando abrazaba a la ola, ella se erguía increíblemente esbelta, como el tallo líquido de un chopo, y de pronto esa delgadez florecía en un chorro de plumas blancas, en un penacho de risas que caían sobre mi cabeza y mi espalda, y me cubrían de blancuras. O se extendía frente a mí, infinita como el horizonte, hasta que yo también me hacía horizonte y silencio.


Pero la ola se hacía también negra y amarga. A horas inesperadas mugía, suspiraba, se retorcía. Llené la casa de caracolas y conchas, de pequeños barcos veleros, que en sus días de furia la ola hacía naufragar.
¡Ah, cuántos pequeños tesoros se perdieron en ese tiempo!
Instalé en mi casa una colonia de peces que nadaban en la ola.



Pero ella no se alegraba con nada; al contrario, por la noche aullaba largamente, y durante el día, con sus dientes acerados y su lengua corrosiva, roía los muros, desmoronaba las paredes y se pasaba las noches en vela haciéndome reproches.
Entonces empecé a salir con frecuencia y mis ausencias se hicieron cada vez más prolongadas. Frecuenté a los amigos y reanudé viejas y queridas relaciones.



Vino el invierno. El cielo se volvió gris. La niebla cayó sobre la ciudad. Llovía una llovizna helada. Una noche nevó. Entonces la ola se arrinconó, se puso fría, y una mañana al levantarme la encontré convertida en una hermosa estatua de hielo.
Entonces la eché en un gran saco de lona y salí a la calle, con la ola dormida a cuestas. En la estación pedí un boleto al puerto más cercano. La puse a mis pies, bajo el asiento, cuidando mucho de que no se fuera a derretir. Había llevado una cubeta por si acaso.
Pesaba mucho, así que sentí verdadero alivio al ver, rumbo a la playa donde pensaba yo echarla al mar, una miscelánea en la que estaban vaciando la hielera.



—¿No me comprarían este bloque de hielo?
(Oí la protesta furiosa de mi amiga.)
—¿A verlo?
(La saqué del gran saco de lona y brilló muy bonito.)
—Está bueno, ¿cuánto quiere?
—Tres setenta y cinco.



Me alejé, pero antes de darle vuelta a la esquina alcancé a ver cómo el hombre sacaba su picahielo y empezaba a hacerla pedazos.

























Mucho más allá

Mucho más allá






¿Y si nos vamos anticipando
de sonrisa en sonrisa
hasta la última esperanza?

¿Y qué?
¿Y qué me das a mí,
a mí que he perdido mi nombre,
el nombre que me era dulce sustancia
en épocas remotas, cuando yo no era yo
sino una niña engañada por su sangre?

¿A qué, a qué
este deshacerme, este desangrarme,
este desplumarme, este desequilibrarme
si mi realidad retrocede
como empujada por una ametralladora
y de pronto se lanza a correr,
aunque igual la alcanzan,
hasta que cae a mis pies como un ave muerta?
Quisiera hablar de la vida.
Pues esto es la vida,
este aullido, este clavarse las uñas
en el pecho, este arrancarse
la cabellera a puñados, este escupirse
a los propios ojos, sólo por decir,
sólo por ver si se puede decir:
"¿Es que yo soy? ¿Verdad que sí?
¿No es verdad que yo existo
y no soy la pesadilla de una bestia?".

Y con las manos embarradas
golpeamos a las puertas del amor.
Y con la conciencia cubierta
de sucios y hermosos velos,
pedimos por Dios.
Y con las sienes restallantes
de imbécil soberbia
tomamos de la cintura a la vida
y pateamos de soslayo a la muerte.

Pues esto es lo que hacemos.
Nos anticipamos de sonrisa en sonrisa
hasta la última esperanza.


[Alejandra Pizarnik]



Febrero loco



Ya ni quiero saber cuando llegue marzo, por aquéllo de "y marzo otro poco". No en cuestiones climáticas, solamente.




Tristezas de la luna

Esta noche la luna sueña con más pereza,
Cual si fuera una bella hundida entre cojines
Que acaricia con mano discreta y ligerísima,
Antes de adormecerse, el contorno del seno.

Sobre el dorso de seda de deslizantes nubes,
Moribunda, se entrega a prolongados éxtasis,
Y pasea su mirada sobre visiones blancas,
Que ascienden al azul igual que floraciones.

Cuando sobre este globo, con languidez ociosa,
Ella deja rodar una furtiva lágrima,
Un piadoso poeta, enemigo del sueño,

De su mano en el hueco, coge la fría gota

como un fragmento de ópalo de irisados reflejos.

Y la guarda en su pecho, lejos del sol voraz.

Charles Baudelaire.

Only good vibes


"Nada es, todo fluye"
Heráclito ( 535 a. C.- 484 a. C.)





Estoy feliz, tranquila, con muchos ánimos, positiva, digamos que hasta alegre y que derrocho simpatía (bueno, exagero). 
Siento que algo bueno llegará muy pronto, y sé que así será.

Me tocó practicar, ya no en una escuela piloto, pero sí una buena escuela: once alumnos, cuarto grado, ubicación céntrica... ¿Qué más puedo pedir? Ni siquiera la incompetencia de algunos me podrán bajar de mi nube. Voy bien, estoy bien, y estoy donde quiero y debo estar.




Es el titulo de un famoso grupo de la red social Facebook. Habría que aclarar que Facebook no sólo sirve para chatear habiendo un msn, o cambiar de estado cada 5 minutos, comentar las publicaciones de otros, al igual que las fotos; o bien, no es sólo para chismosear y esculcar en la vida privada de los incautos que se dejan.

Más que intentar llevar a cabo un boicot, es una forma de crear conciencia política en los ciudadanos mexicanos. 
El completar el millón que desea que renuncie Calderón es casi utópico, ya que, a duras penas, sólo dos de cada diez mexicanos tenemos acceso a internet.




No hay nada más cierto que lo que está escrito en esas letras grandes: "México te necesita, tú eres la revolución", lo cual no significa que agarres un arma, piedras, chanclas y le tires a matar al ejército mexicano.

Un país comienza a cambiar cuando sus ciudadanos cambian. Porque si cambio yo, cambia mi mundo. No podemos exigir cambios de la noche a la mañana, no podemos exigir lo que nosotros mismos no podemos hacer.