Bien es sabido que la educación en México apesta, es pésima, irrisoria, una burla.
México es el país que más invierte en su educación, y ¿Dónde coños está el cambio?

Al entrar a la carrera de licenciatura en educación primaria, en la escuela normal del estado, pensé que ésta sería una escuela muy exigente. Primer signo de que no lo era, la facilidad del examen de admisión. Me refiero a que yo no estudié mucho, que digamos, para presentar este examen y quedé en el número 11 de entre los seleccionados, de un total de 285.
Es una verdadera lástima, mis compañeros no son analíticos, no acostumbran razonar, mucho menos leer... y muchos más, admiten sin pena alguna que sí aceptarían una plaza por medio de una palanca *I don't want to live on this planet anymore* vaya, de aquí sale la próxima "calidad de la educación" en México. Este es el segundo signo.
El sistema educativo no va a cambiar, mucho menos la cacique que está frente al poder del sindicato de maestros de los trabajadores de la educación, los que haremos el cambio somos nosotros, nosotros como maestros, nosotros como estudiantes, nosotros como padres de familia.

En estos momentos, me encuentro elaborando un documento recepcional. Es una licenciatura, y no elaboraré una tesis. Es un documento recepcional. No es una investigación, es solo un requisito más en esta burocracia llamada educación mexicana, donde un niño no puede reprobar, si no sabe leer ni sumar, ¡¿qué importa?, que pase al sexto grado! Ese es el tercer signo de que esto no es lo que yo esperaba de una escuela formadora de docentes.

Más allá de ser ésta una queja más hacia mi alma mater, pretendo esclarecer que es es más que obvio que somos los maestros quiénes hacemos la diferencia. No soy una maestra mediocre, soy una maestra profesional, que se preocupa por siempre aprender y saber más, por apoyar a los niños que más lo necesitan, que les da jalones de orejas a los papás flojos y desinteresados en el aprendizaje de sus hijos y que cree, absurda e ilógicamente, que los maestros la tenemos que hacer de papás, también.
Basta ya de andar echando responsabilidades a otros cual pelota se tratase, asumamos nuestros roles y hagamos lo mejor que podamos, porque si la escuela no te exige, exígete tú mismo.