Cosas perrunas

Se mantiene fresco en mi memoria el primer recuerdo que tengo de ti: pequeñito y frágil, tímido y tembloroso.
Tal vorágine de pensamientos, pensé en qué nombre te pondría.
¡Eres tan curioso!
¿Por qué no corre? ¿Por qué no juega? ¿Por qué quiere permanecer todo el día acostado? Olías raro.



Después de unos días de saberte mal, nos dimos cuenta que estabas enfermito de sarna demodésica, ésa que te puso la piel como de elefante. Con constancia y cuidados, se te quitó en cuestión de semanas.



Desde pequeño fuiste todo un luchador en contra de la insensatez humana, pero un hogar amoroso siempre te estuvo esperando. Llegaste a acompañar en sus últimos días al anterior guardián de la casa, y cuando él se fue, tú lloraste junto con todos nosotros.



Algunas veces, los viejos te confunden de nombre, ¿no es así? Pero eso a ti no te preocupa, porque ellos te quieren mucho, también, y tú lo entiendes.


No reparé en tus gastos médicos, no escatimé por verte feliz, por ver esa cola mocha agitarse.
Eres mi perro, mi querido amigo, el que me recibe con cualquier cosa en el hocico solo para jugar al "gato y al ratón".


Eres noble, eres un buen perro, stalin.



Y aunque crezcas de un tamaño considerable, siempre serás "mi niño", un hijo para mí. :)

0 chicles pegados debajo de la mesa: