Mi nombre es María





Hoy, no tenía ganas ni de levantarme de mi cama. Me recorría un frío estupor a lo largo y ancho del cuerpo, como si algo me indicara que no debía salir de casa. Pero no pasó nada fuera de lo común. Escucho problemas de los demás, graves, por cierto, y los hago propios; cuando no debiera, porque yo tengo los míos. Siento su dolor, su pena y no sé qué hacer para calmar a mi compañera de clases. 

No quiero caer en la rutina.

Son días extraños. No me ilusionan las invitaciones de aquellos hombres que esperanzan algo conmigo.
Realmente, necesito estar sola, pero no conmigo. 

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