El que no sabe es un imbécil. El que sabe y calla es un criminal (Bertolt Brecht)

Me enorgullece felicitar a las personas que aman su profesión, que hacen de cada día algo nuevo, que nos han hecho mejores personas y que hasta nos han inspirado, ¡Felicidades a los maestros! y digo maestros y no profesores, pues la diferencia entre uno y otro es abismal. 
Porque una cosa es saber, y otra, muy diferente, es enseñar. ¡Qué difícil se vuelve esta fase cuando no te gusta tu trabajo!

También me enorgullece saber y estar segura que no seré una maestra más del montón, una que nomás va y calienta la silla del escritorio del salón de clases, a la que no le preocupe si sus alumnos aprenden o no.
No, señor, yo seré una maestra entregada, que no enseñará a sus alumnos qué pensar, sino a pensar. Que no enseñará a sus alumnos algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía. Una que hará del mal estudiante un buen estudiante, y del buen estudiante, un estudiante superior.

La tarea de un maestro nunca acaba. Apuesto que hasta la fecha, recordamos algunas enseñanzas invaluables que un maestro nos legó, y que hasta la fecha, esa influencia perdura y perdurará.

Qué emoción y qué miedo a la vez, no me imagino cómo será el día en que vea a MIS primeros alumnos, míos, míos y de nadie más. No será un grupo de práctica, no, serán míos. Idealizo frente a mí pequeños pedacitos de masa a los cuales moldearé con todo mi esmero posible. 

Debo y tengo que dar gracias a mis familiares, en especial a mi hermana Nancy, quien fue la que me convenció de estudiar esta hermosa carrera. 
¡Gracias por creer en mí!


Mis alumnos de tercer grado, de las prácticas anteriores.

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