Se van cayendo de mis labios... como un mantra.

Me viste, de espaldas,
como presagio de verme mirando
a otro lado.

Tu eco refugiaba un mantra
que no consiguió hacerme vibrar
el pecho.

Tu sombra se quedó allí,
en la guerra.
Fuimos tan parecidos que, al conocernos,
nos decepcionamos.





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