Conmoción

La primera vez que pensé: -¡Por Dios, los hombres están a mi servicio! fue cuando participé en un festival de primavera, yo iba ataviada con un disfraz de mariposa azul, ya saben: payasito azul marino, falda de crinolina azul rey, mayitas blancas, toreritas azul marino, unas gigantescas alas con diamantina azul y por supuesto, un par de antenas bañadas en diamantina de igual color; al término del festival, una de las bolitas de unicel que llevaba en la antena cayó al piso, dando como 4 brincos antes de topar con los pies de un niño de primaria. Al momento de levantar mi mirada y toparse con la suya, pensé que era el "hombre" más guapo de mi vida y quería casarme con él, me sonrió al entregarme mi bolita y se volteó; la desilusión llegó cuando me percaté que traía muchas bolitas de unicel de diferentes colores para entregarlas a otras.
Tenía cinco años de edad.


Hoy lo llamo caballerosidad, y ciertamente, a mí y a la mayoría de las mujeres nos encantan los hombres caballerosos, fuera de caer en lo feminista; nos encanta que nos faciliten la entrada a un lugar (abrir la puerta) o que abran la puerta del lado del carro donde vamos sentadas; nos encanta, mas que conveniencia o tacañería, que nos paguen la cuenta, aunque nos hagamos las 'del rogar'; que nos regalen flores nomás porque sí y no por pedir perdón o se celebre una fecha especial. Que nos llenen de apapachos, besos, abrazos; que nos resuman en sociedad y digan orgullosamente: "Ella es mi novia". Nos encanta que nos rodeen con sus brazos desde atrás y que secretamente olisqueen nuestro cabello o nuestro cuello.
Son gestos que marcan la diferencia. Quizá, gestos que me enamoran.

Entrada dedicada a todos los caballeros que han estado presentes en mi vida, ayer, HOY y siempre.

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